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esperanza de seguridad... y un ser tan diminuto. Sabes perfectamente que no hay nadie más impotente que
una criatura humana, en toda la existencia no hay ninguna criatura tan impotente.
Por eso los caballos no han inventado la hipótesis de Dios. A los elefantes ni siquiera se les ha ocu-
rrido el concepto de Dios, no lo necesitan. La cría del elefante empieza a andar y a explorar el mundo inme-
diatamente. No está tan desvalida como la criatura humana. En realidad, te asombrarás de que haya tantas
cosas supeditadas a la impotencia de una criatura humana: tu familia, tu sociedad, tu cultura, tu religión, tu
filosofía... todo está supeditado a la impotencia de las criaturas humanas.
Los animales no tienen familias por el simple hecho que la criatura no necesita a los padres. El ser
humano tuvo que tomar partido por un sistema. El padre y la madre tienen que estar juntos para cuidar al
niño. Es la consecuencia de su aventura amorosa, tienen que hacer ese esfuerzo. Pero si se dejase sola a
una criatura humana, igual que hacen muchos animales, no te puedes imaginar que vaya a sobrevivir; ¡es
imposible! ¿Dónde encontrará la comida? ¿A quién se la va a pedir? ¿Qué va a pedir?
¿Es posible que haya llegado demasiado pronto? Algunos biólogos creen que la criatura humana na-
ce prematuramente  nueve meses no son suficientes , puesto que está tan desvalida al nacer. Pero el
cuerpo humano está hecho de tal forma que la madre no puede cargar con el hijo más de nueve meses, si
no, ella se moriría y su muerte sería la muerte del niño.
Se ha calculado que si el niño pudiese estar en el vientre de la madre durante tres años por lo menos,
quizá no sería necesario que hubiese un padre, una madre, una familia, una sociedad, una cultura, un Dios
y un sacerdote. Pero el niño no puede estar en el vientre de la madre durante tres años. Esta extraña situa-
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Osho Coraje  La alegría de vivir peligrosamente
ción biológica ha afectado al comportamiento humano, a su pensamiento, a la estructura de la familia, de la
sociedad; y eso es lo que ha provocado el miedo.
La primera experiencia del niño es el miedo, y la última experiencia del hombre es el miedo.
Si lo ves desde el punto de vista del niño el nacimiento también es como una especie de muerte. Vi-
vía en un determinado mundo y estaba absolutamente satisfecho. No necesitaba nada de nada, no tenía
afán de tener nada más. Simplemente, estaba disfrutando de ser, de crecer... y, de repente, es expulsado.
Para el niño, ésta es una experiencia de muerte: la muerte de todo su mundo, de su seguridad, de su
acogedora casa. Los científicos dicen que todavía no hemos sido capaces de inventar una casa tan acoge-
dora como el útero. Lo hemos intentado, todas nuestras casas son intentos de reproducir esa acogedora
casa.
Hemos intentado hacer incluso camas de agua que nos den la misma sensación. Tenemos bañeras
calientes; cuando te tumbas en ellas puedes tener una sensación parecida a la del niño. Los que realmente
saben darse un baño de agua caliente, le añaden sal, porque el útero de la madre es muy salado, tiene
tanta sal como el agua de mar. Pero ¿cuánto tiempo puedes vivir en una bañera? Tenemos tanques de
aislamiento que no son más que una búsqueda del vientre que perdiste.
Sigmund Freud no era un iluminado, en realidad, estaba un poco loco, pero a veces los locos también
cantan bellas canciones. A veces tiene buenas ideas. Por ejemplo, cree que cuando un hombre hace el
amor con una mujer no es más que un esfuerzo para regresar al útero. Quizá tenga algo de razón. Este
hombre está loco, la idea parece traída por los pelos pero, aunque un hombre como Sigmund Freud esté
loco, hay que escucharle atentamente.
Siento que hay algo de verdad en ello: la búsqueda del útero, el mismo conducto del que salió... No
puede llegar al útero, es verdad. Después, empezó a inventar todo tipo de cosas; empezó a hacer cuevas,
casas, aviones. Si te fijas en el interior de un avión... no sería extraño que un día la gente flotara en los
aviones dentro de bañeras de agua caliente salada. El avión puede darte exactamente la misma sensación,
pero no será satisfactoria.
El niño no conoce ninguna otra cosa. Intentamos hacerlo igual de acogedor: aprietas un botón y llega
la azafata. Lo hacemos todo lo cómodo que sea posible, pero no podemos hacerlo tan cómodo como el
útero. Ni siquiera tenías que apretar un botón. Recibías alimento incluso antes de tener hambre. Antes de
necesitar aire, ya lo habías recibido. No tenías ninguna responsabilidad.
Cuando el niño sale del útero materno, si es que siente algo, debe sentirlo como una muerte. No pue-
de sentirlo como un nacimiento, es imposible. Ésa es nuestra opinión  la opinión de los que estamos fue-
ra , decimos que es su nacimiento.
Y la segunda vez, llega un día después de una vida llena de esfuerzos... Ha conseguido hacer algo,
una pequeña casa, una familia, un pequeño círculo de amigos, un poco de calor, un rincón en algún lugar
del mundo donde poder relajarse y ser él mismo, donde le aceptan. Es complicado... toda una vida de es-
fuerzos y, de repente un día, se encuentra con que le vuelven a expulsar.
El médico vuelve otra vez, ¡es el hombre que le pegó! Pero aquella vez era para que empezara a res-
pirar; esta vez, que nosotros sepamos... Ahora estamos de este lado, no conocemos el otro lado. El otro [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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