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echado en el suelo y saber que el dolor ya había pasado.
Pieza tras pieza, reconstruyó -lo sucedido. Cuando oyó gritar a una mujer, abrió los
ojos y se incorporó.
El sol ya estaba oculto, pero a través de la puerta de la choza en la que se encontraba,
más allá de la costa y del Limfjord, que resplandecía con tonos rojos sanguinolentos,
atisbaba nubes aún encendidas. La única habitación de la choza había sido despojada de
su poco mobiliario y la entrada cerrada con ramas entrelazadas y atadas al marco de la
puerta.
Al otro lado montaban. guardia dos Yuthoaz. Uno de ellos lanzaba continuamente
ojeadas al interior, mientras acariciaba una ramita de muérdago para protegerse contra la
brujería. Los ojos de su compañero permanecían fijos en un par de guerreros que
llevaban varias vacas a través de la playa. Por todas partes se oía tumulto, gritos y
carcajadas, pisadas de corceles y chirriar de ruedas, mientras los conquistados gemían su
dolor.
-¿Cómo está, Malcolm?
Lockridge giró la cabeza. Storm Darroway estaba arrodillada a su lado. No podía
apenas verla, era otra sombra más en la oscuridad de la cabaña, pero olió la fragancia de
su cabello y sus manos le acariciaron. Su voz sonaba más ansiosa de lo que nunca la
había oído.
-Vivo... creo. -Se tocó la cara y el pecho, en los que habían untado alguna grasa-. No
me duele, en realidad me siento como si estuviera más descansado.
-Tuvo suerte de que Brann dispusiese de droga antishock y ungüento enzimático, y que
decidiese salvarle -dijo Storm- Las quemaduras estarán curadas mañana. -Hizo una
pausa y luego continuó, en un tono que más parecía de Auri-: Me siento tan dichosa...
-¿Qué está ocurriendo ahí fuera?
-Los Yuthoaz están saqueando Avildaro.
-Las mujeres... los niños... ¡no! -Lockridge trató de ponerse en pie.
-Guarde sus fuerzas -dijo ella, volviéndolo a acostar.
-Pero esos demonios...
-Por el momento -dijo ella con un toque de su antigua mordacidad -sus amigas no
sufren demasiado. Recuerde las costumbres locales. Pero, naturalmente, se afligen por
aquellos a quienes querían, muertos o fugitivos, y serán esclavas... Pero espere. Esto no
es el sur. El esclavo de un bárbaro no vive de manera muy diferente a como vive su amo.
Sufre la falta de libertad, sí, y nostalgia de su hogar, y de hecho ninguna mujer tiene entre
los Indoeuropeos el respeto que tenía en este lugar, pero guarde su piedad para más
tarde. Usted y yo estamos en un peor aprieto que su compañera de ayer.
-Humm, de acuerdo -se conformó él-. ¿Qué es lo que fue mal?
Ella se sentó frente a él en el suelo, se abrazó las rodillas y silbó entre dientes.
-Fui una slogg -dijo amargamente-. Nunca me imaginé que Brann estuviera en esta
edad. El organizó el ataque.
Notó la temblorosa autoacusación de ella y, acariciándola, dijo:
-No lo podía haber sabido.
Los dedos de ella se entrelazaron con los suyos. Luego quedaron inertes de nuevo,
mientras ella decía con una voz helada:
-No hay excusas para un Guardián que falla. Sólo hay el fallo.
Creyó de repente comprenderla mejor, pues ese era el código del servicio cuyo
uniforme había él vestido, y se sintió unido a ella. La atrajo hacia sí como podía abrazarse
a una hermana en un momento de dolor, y ella apoyó su cabeza en el hombro y apretó
fuerte.
Al cabo de un rato, cuando la oscuridad era completa, ella se separó suavemente y
suspiró.
-Gracias -dijo.
Permanecieron sentados uno al lado del otro, coro las manos entrelazadas.
-Tiene que darse cuenta de que el número de combatientes en esta guerra a través del
tiempo no es muy grande -dijo ella rápidamente y en. voz baja-. Con los poderes que
puede usar una sola persona no tienen por qué serlo. Brann es, su vocabulario no tiene
ninguna palabra adecuada, algo así como una figura crucial. Aunque tiene que aparecer
en el campo de batalla él mismo, porque muy pocos son lo suficientemente capaces para
hacerlo, él es un jefe, una persona que toma decisiones a escala planetaria... un rey.
»Yo soy una presa semejante. Y él me tiene ahora en su poder. No sé cómo se enteró
de dónde y cuándo estaba, no puedo imaginármelo. Si no me pudo encontrar en el siglo
xx, ¿cómo pudo rastrearme hasta este olvidado momento? Esto me asusta, Malcolm.
Su apretón era frío y fuerte alrededor de la mano de él.
-¿Qué clase de contorsión en el mismo tiempo ha efectuado?
-No sé. El está aquí solo, pero no necesita a nadie más. Creo que ha debido venir por
el túnel de debajo del dolmen antes de que nosotros lo hiciéramos, buscando el pueblo
del Hacha de Guerra, y se ha hecho su dios. Esto no le ha debido ser difícil. La totalidad
de estos pueblos emigrantes. Indoeuropeos: los Dyash Pitar, hijos del Padre del Cielo,
adoradores del sol, pastores, fabricantes de armas, aurigas, guerreros, los hombres de
manos hábiles y sueños sin límites, cuyas mujeres son seres inferiores y cuyos hijos son [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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