[ Pobierz całość w formacie PDF ]

Obedientemente, pero sin convicción, Joe volvió a la plataforma iluminada. Encontró un
videófono -había varios- y pidió que le comunicara con la torre de control del espaciopuerto
—¿Cuando despegó la última nave grande? —le preguntó a la torre.
—Ayer.
—¿Entonces hay una nave intersistema sobre la base de lanzamiento en este momento?
—Así es.
Buenas noticias, y sin embargo, de algún modo, siniestras.
—Spelux quiere que se la detenga y que los pasajeros sean desconcentrados para que
vengan aquí, dijo Joe.
—¿Usted tiene la autoridad para hablar en nombre del Sr. Spelux?
—Sí.
— Pruébelo.
—Me dijo esto oralmente.
—Pruébelo.
—Si deja que la nave se vaya —dijo Joe—, Gestarescala no será levantada jamás. Y
Spelux lo destruirá.
—A ver cómo prueba eso.
—Déjeme hablar con la Srta. Reiss —insistió Joe.
—¿Quién es la Srta. Reiss?
—La secretaria privada de Spelux está en la nave.
—No puedo recibir órdenes de ella tampoco. Soy autónomo.
—¿Vio un ser grande que aleteaba, totalmente negro, por ahí?
—No.
—Bueno —dijo Joe—. Se dirige en esa dirección. Aparecerá en cualquier momento. Todos
los que están en la nave morirán porque no quiere decirles que se dispersen.
—Esos rumores neuróticos de pánico no lograrán disuadirme —dijo la torre, pero parecía
estar inquieta. Hubo una pausa; Joe la sintió esforzándose para ver y sentir con los limites de su
aparato sensorio—. Me —dijo la torre lentamente—… Me parece verlo.
—Disperse a los pasajeros —dijo Joe—. Antes de que sea demasiado tarde.
—Serán 'negros' perfectos —dijo la torre.
—Blancos —corrigió Joe.
78
—El sentido era claro aunque la metáfora equivocada —replicó la torre. Pero ahora no
parecía estar tan segura de sí misma—. Quizás pueda ponerlo en contacto con alguien a bordo
de la nave.
—Apúrese —dijo Joe.
La pantalla del videófono mostró una variedad de colores extraños, y luego apareció la
cabeza despeinada y gris de Harper Baldwin.
—¿Sí, Sr. Fernwright? —al igual que la torre, mostraba señas de un nerviosismo agudo—.
Nos estábamos por ir. Tengo entendido que un falso Spelux se dirige hacia aquí, y si no
zarpamos de inmediato...
—Las órdenes cambiaron —dijo Joe—. Spelux está vivo y bien, y los espera a todos en la
plataforma acuática lo antes posible.
Un rostro frío, práctico y competente apareció sobre la pantalla. Un rostro casi femenino.
—Yo soy Hilda Reiss. En una situación como ésta, nuestra única alternativa factible es
evacuar el Planeta del Labrador; pensé que usted lo había entendido. Yo le dije a la Srta. Joyez...
—Pero Spelux quiere que se queden —dijo Joe. La burocracia, la maldita burocracia.
Presentó la nota de Spelux ante la pantalla— ¿Reconoce su letra? Como su secretaria personal y
privada, tendría que conocerla.
Miró fijamente, frunciendo el ceño.
—Ya no es necesario que abandonen el planeta. Notifiquen a todos que estoy bien y que
se queden... —leyó la Srta. Reiss en voz alta.
Joe les mostró la otra nota.
—'Reúne a los otros' —leyó la Srta. Reiss—. Ya veo. Bueno, es bastante claro —miró a
Joe—. Está bien, Sr. Fernwright. Podremos alquilar vehículos y choferes operores y acudir a la
plataforma de inmediato. Llegaremos dentro de diez o quince minutos. Por muchas razones,
espero que este falso Spelux que está suelto no nos destruya por el camino. Hasta luego.
Y cortó. La pantalla se oscureció.
Diez minutos, pensó Joe. Con el Spelux Negro encima de sus cabezas, tendrán suerte si
logran conseguir operores que conduzcan para ellos. Si hasta la torre, con ser una entidad
artificial, se había preocupado...
Las posibilidades de que llegaran a la plataforma acuática eran remotas.
Transcurrió una media hora. No había señales de un deslizador, ni del grupo que venía.
Los agarró, se dijo Joe Fernwright. Están perdidos. Y mientras tanto, Spelux lucha contra la
Catedral Negra en el fondo del Mare Nostrum. Todo se decide en estos instantes. ¿Por qué no
llegarán?, se preguntó con vehemencia ¿Logró atacarlos? ¿Serán cadáveres flotando en el agua
o secándose hasta quedar como huesos y dientes blanqueados sobre la tierra? ¿Y Spelux? ¿Qué
le pasará? Aunque logren llegar hasta aquí, todo depende de su victoria sobre la Catedral Negra.
Si muere, entonces habrán venido en balde; nos tendremos que ir todos, dejar el planeta. Yo
volveré a la Tierra superpoblada, con su dinero de juguete, mi pensión de veterano y mi cubículo
vacío donde no pasa nada. Y el luego, el maldito juego, por el resto de mi vida.
No me voy a ir de aquí, se dijo. Aunque muera Spelux. Pero... ¿cómo será el mundo sin
Spelux? Gobernado por el Libro de las Calendas... Un mundo mecánico, cada día producido de
antemano por el Libro; un mundo sin libertad. El Libro nos dirá lo que debemos hacer cada día, y
lo haremos. Hasta que, finalmente, el Libro nos dirá que debemos morir, y...
Moriremos. El Libro se equivocó, pensó; dijo que lo que encontraría en el fondo del océano
me llevaría a matar a Spelux. Y no fue así.
79 [ Pobierz całość w formacie PDF ]
  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • akte20.pev.pl